
Por Jorge Antonio Villalobos
I
Arribo
Algunas veces alguien toca a la puerta
pero en la mirilla no se ve a nadie.
Abro
y el pasado entra con su silencio
para infundir el eco en los muros
y los umbrales de la casa.
II
Visitantes
Se han instalado en mí
como avispero inadvertido.
En el espacio de mis poros maduran
y juegan en mi casa.
Sus bruñidos ojos negros
me siguen a todas partes.
Se ocultan tras la cortina
pero puedo ver sus pies deformes
que asoman por debajo.
Me he acostumbrado a su presencia
como el sepulturero a los cadáveres
como el colibrí a las espinas
donde yace su nido.
Cuando el silencio denuncia su ausencia
la angustia recorre todas mis entrañas.
Busco
indago
y olvido el miedo a que un día
las avispas no me reconozcan.
III
La ventana
La desnudez de los arces
revela las ardillas en su trapecio
mientras afuera la sombra se instala.
Quienes habitan el espejo
nos miran a los ojos.
La oscuridad desciende
y un murmullo germina en la ventana
una disonancia franca que alberga la semilla del espanto.
Desde esa entraña de vidrio
alguien observa el interior de mi casa.
Yo frente a él
veo la ciudad con la noche a cuestas.
IV
Arboleda
Extienden sus brazos
hacia la hora más pesada de la tarde
al amparo de una sequía que no termina
y la bifurcación de sus ramas
es un delta de sombras sobre la tierra.
Sus tallos gigantes
que han conjurado la lluvia
antes que la sed habitara toda boca
observan los páramos con la tranquilidad
que se yergue en su estatura.
No perciben mi presencia
ni el temor que me infunde imaginar mis ojos
en lo más alto de sus cuerpos
mi respiración en la frontera más profunda
donde palpitan sus raíces.
Ante un ejército de álamos y sauces
mis palabras evocan la voz del eco
pero solo encuentro la presencia de mis pasos sobre las hojas
que rompe este silencio que me envuelve.
V
In dubio pro reo.
¿Cuál fue tu falta para ser parte de estas averiguaciones? Todo antecedente en el que germina el alias de tus pasos es inquirido por solícitos forenses de la amnesia. Sobre una mesa circundada por ancianos tribunos, cada membrana en tus recuerdos, cada evidencia ocular de tu memoria, expone sus entrañas que serán archivadas en los anaqueles del olvido.
Atiendes la llegada de heraldos ciegos quienes hablan con la voz del viento: se duda de ti y de quién eres, quedas libre.
Antes de abandonar la casa, repasas nuevamente una coartada por si allá afuera nadie sabe tu nombre. Dejas el marco de la puerta y la vida diaria te recibe en su prisión, donde te desvaneces día con día.
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Jorge Antonio Villalobos (México , D. F., 1972). Abogado y escritor. Ha obtenido las siguientes becas: la Salvador Novo del Centro Mexicano de Escritores (1991-1992)]; la del INBA y el Colegio de México (1994-1995); y la de Jóvenes Creadores en poesía del FONCA de Aguascalientes (2000-2001). Ha publicado en revistas como TROPO a la uña.